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jueves, 27 de mayo de 2010
Fleetwood Mac - Greatest Hits Live
Antología poética de Roque Dalton
El descanso del guerrero
Los muertos están cada día más indóciles.
Antes era fácil con ellos:
les dábamos un cuello duro una flor
loábamos sus nombres en una larga lista:
que los recintos de la patria
que las sombras notables
que el mármol monstruoso.
El cadáver firmaba en pos de la memoria:
iba de nuevo a filas
y marchaba al compás de nuestra vieja música.
Pero qué va
los muertos
son otros desde entonces.
Hoy se ponen irónicos
preguntan.
Me parece que caen en la cuenta
de ser cada vez más mayoría!
Daltónica (Daniel Viglietti)
Pulgarcito de poeta
que se escapa y me cosquilla,
tan alegre, tan sin silla,
tan de amores torrenciales,
tan sin fin.
Alegría de una tierra
que se quita las fronteras,
se desnuda las caderas,
las volcánicas centrales
de una luz.
Yo lo vi,
yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
El año treinta y dos
él no vivía y yo lo vi
contando sus historias
de futuro, iba entre mil.
Yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
Pobrecitos los poetas,
bendiciones son daltones,
donde hay huesos ven marrones
territorios prometidos
como un sol.
Tan bracito su poesía,
se levanta en los sensuales
laberintos marsupiales
y reparte polen rojo,
se abre en flor.
Yo lo vi,
yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
Era el año dos mil,
ya él no vivía y yo lo vi.
La muerte equivocada lo llevó
y él anda aquí;
y yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
Pulgarcito de poeta
que se escapa y me cosquilla,
tan alegre, tan sin silla,
tan de amores torrenciales,
tan sin fin.
Crece armado de esperanza,
desentierra lo perdido,
le hace un hijo de sonido
al silencio de ese pueblo
que es maestro de sus sueños.
Que se escapa y nos cosquilla,
tan sin miedo, tan sin silla,
tan amado, tan armado,
tan de todos, Salvador.
Hablar con Roque era como vivir más intensamente, como vivir por dos. Ninguno de sus amigos olvidará las historias acaso míticas de sus antepasados, la visión prodigiosa del pirata Dalton, las aventuras de los miembros de su familia; y otras veces, sin mayor deseo pero obligado por la necesidad de defender un punto de vista, el recuerdo de las prisiones, de la muerte rondando, de la fuga al alba, de los exilios, de las vueltas, la zaga del combatiente, la larga marcha del militante. (Julio Cortázar)
Descargar Antologia poetica de Roque Dalton.pdf
Daltónica (Daniel Viglietti)
Pulgarcito de poeta
que se escapa y me cosquilla,
tan alegre, tan sin silla,
tan de amores torrenciales,
tan sin fin.
Alegría de una tierra
que se quita las fronteras,
se desnuda las caderas,
las volcánicas centrales
de una luz.
Yo lo vi,
yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
El año treinta y dos
él no vivía y yo lo vi
contando sus historias
de futuro, iba entre mil.
Yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
Pobrecitos los poetas,
bendiciones son daltones,
donde hay huesos ven marrones
territorios prometidos
como un sol.
Tan bracito su poesía,
se levanta en los sensuales
laberintos marsupiales
y reparte polen rojo,
se abre en flor.
Yo lo vi,
yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
Era el año dos mil,
ya él no vivía y yo lo vi.
La muerte equivocada lo llevó
y él anda aquí;
y yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
Pulgarcito de poeta
que se escapa y me cosquilla,
tan alegre, tan sin silla,
tan de amores torrenciales,
tan sin fin.
Crece armado de esperanza,
desentierra lo perdido,
le hace un hijo de sonido
al silencio de ese pueblo
que es maestro de sus sueños.
Que se escapa y nos cosquilla,
tan sin miedo, tan sin silla,
tan amado, tan armado,
tan de todos, Salvador.
Hablar con Roque era como vivir más intensamente, como vivir por dos. Ninguno de sus amigos olvidará las historias acaso míticas de sus antepasados, la visión prodigiosa del pirata Dalton, las aventuras de los miembros de su familia; y otras veces, sin mayor deseo pero obligado por la necesidad de defender un punto de vista, el recuerdo de las prisiones, de la muerte rondando, de la fuga al alba, de los exilios, de las vueltas, la zaga del combatiente, la larga marcha del militante. (Julio Cortázar)
Antonio Muñoz Molina - El invierno en Lisboa
Esta historia es un homenaje al cine «negro» americano y a los tugurios en donde los grandes músicos inventaron el jazz, una evocación de las pasiones amorosas que discurren en el torbellino del mundo y el resultado de la fascinación por la intriga que enmascara los motivos del crimen.
Entre Lisboa, Madrid y San Sebastián, la inspiración musical del jazz envuelve una historia de amor. El pianista Santiago Biralbo se enamora de Lucrecia y son perseguidos por su marido, Bruce Malcolm.
Mientras, un cuadro de Cézanne también desaparece y Toussaints Morton, procedente de Angola y patrocinador de una organización ultraderechista, traficante de cuadros y libros antiguos, participa en la persecución. La intriga criminal se enreda siguiendo un ritmo meticuloso e infalible.
El Invierno en Lisboa confirmó plenamente las cualidades de un autor que se cuenta ya por derecho propio entre los valores más firmes de la actual novela española. El invierno en Lisboa fue galardonada con el premio de la Crítica y el premio Nacional de Literatura en 1988 y fue llevada al cine, con la participación del trompetista Dizzy Gillespie.
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Bolaño, Roberto - Estrella Distante

Eduardo Mendoza - La ciudad de los prodigios

En el período comprendido entre las dos Exposiciones Universales de Barcelona de 1888 y 1929, con el telón de fondo de una ciudad tumultuosa, agitada y pintoresca, real y ficticia, asistimos a las andanzas de Onofre Bouvila, inmigrante paupérrimo, repartidor de propaganda anarquista y vendedor ambulante de crecepelo, y su ascensión a la cima del poder financiero y delictivo.
Mendoza nos propone un nuevo y singularísimo avatar de la novela picaresca y un brillante carrusel imaginativo de los mitos y fastos locales. Una fantasía satírica y lúdica cuyo sólido soporte realista inicial no excluye la fabulación libérrima.
«Después de varios intentos comprendí que el protagonista absoluto, sin mediación de terceros, tenía que ser Onofre Bouvila, que este personaje enérgico, fantástico y canalla, con sus facetas oscuras y despiadadas, encarnaba mejor que nadie el espíritu de la Barcelona que yo quería representar.» EDUARDO MENDOZA
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Javier Cercas - Soldados de Salamina
(...)
El soldado le está mirando; Sánchez Mazas también, pero sus ojos deteriorados no entienden lo que ven: bajo el pelo empapado y la ancha frente y las cejas pobladas de gotas la mirada del soldado no expresa compasión ni odio, ni siquiera desdén, sino una especie de secreta o insondable alegría, algo que linda con la crueldad y se resiste a la razón pero tampoco es instinto, algo que vive en ella con la misma ciega obstinación con que la sangre persiste en sus conductos y la tierra en su órbita inamovible y todos los seres en su terca condición de seres, algo que elude a las palabras como el agua del arroyo elude a la piedra, porque las palabras sólo están hechas para decirse a si mismas, para decir lo decible, es decir todo excepto lo que nos gobierna o hace vivir o concierne o somos o es este soldado anónimo y derrotado que ahora mira a ese hombre cuyo cuerpo casi se confunde con la tierra y el agua marrón de la hoya, y que grita con fuerza al aire sin dejar de mirarlo. "
Juan Jose Saer - El entenado
Desde la nada -sin nombre y sin padres, pura orfandad e intemperie-y con alta mar como privilegiado horizonte a principios del siglo XVI, un adolescente llega en una expedición española al Río de la Plata. Esas costas de delirio y pesadilla, habitadas por indios cuyos rituales de un arcaico apetito lo enfrentan a otra percepción de la realidad, ocuparán por el resto de sus días el centro de su memoria. Después de diez años de convivencia con los indios colastiné, y ya de vuelta en Europa, el anciano en el que se ha convertido aquel adolescente, escribe la experiencia fundamental de su vida, ese momento decisivo que todo hombre tiene y que lo moldea de forma definitiva: ese gran único ayer de la vida. En El entenado, escrita en 1983, Juan José Saer hace gala de su mejor prosa, y nos coloca ante la ardua interrogación sobre lo real, la historia, la memoria y el lenguaje.
Fernando Vallejo - La Virgen de los Sicarios
En Medellín, una de las ciudades más violentas de la tierra, un Ángel Exterminador recorre las calles "limpiándolas" de una buena parte de sus habitantes, y librando, de paso, al narrador de lo que parece molestarlo más: el prójimo. Alexis, el ángel, es un chiquillo de las barriadas, un "sicario" o asesino a sueldo, sin padre y sin ley. Poseído por el misticismo de la destrucción, su vida avanza sobre charcos de sangre. Y en tanto las iglesias, mudos testimonios de una religiosidad antigua, se vacían de fieles, la morgue se llena de cadáveres.
Cristina Pato - Xilento
1. Os Sentidos
2. En O Sagrado En Vigo
3. Eu Chorei
4. Güirelé
5. Barrosanto
6. Vai De Amores
7. Os Teus Ollos
8. Amada Portuguesa
9. Celtic Blues
10. Escornabois
11. A Descerrajar
12. A Gaita De Melchor
13. Armada Portuguesa (Epílogo)
14. Los Sentidos
15. Y Lloré
Federico García Lorca - Pequeño Vals Vienés
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.
Este vals, este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.
Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.
En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados,
hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.
Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals, este vals del "Te quiero siempre".
En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.
Leonard Cohen mp3