Cuando nuestras dos almas se alzan firmes,     
cara a cara, silenciosas, dibujando intimidades,      
hasta que la extensión de nuestras alas se quiebra,      
lacerando cada recodo, quemando cada curva.      
Entonces ¿qué amargura de la tierra puede opacarnos      
sin que en el otro encontremos eterno consuelo?      
Piensa que, escalando alto, los ángeles nos contemplan;      
deseando derramar una dorada, una perfecta melodía      
sobre nuestro abismal y querido silencio.      
Demoremos nuestros pasos por el mundo, amado mío;      
huyendo del humor inestable de la humanidad      
que aisla cruelmente a los puros espíritus.      
Hagamos juntos un sitio donde permanecer de pie,      
donde la felicidad de las horas sea amarnos por un día,      
rodeados por la Oscuridad como única compañía.
sábado, 8 de octubre de 2011
Elizabeth Barrett Browning - Cuando nuestras dos almas
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