martes, 2 de agosto de 2011

Rosario Castellanos – Kinsey Report

–¿Si soy casada? Sí. Esto quiere decir
  que se levantó un acta en alguna oficina
  y se volvió amarilla con el tiempo
  y que hubo ceremonia en una iglesia
  con padrinos y todo. Y el banquete
  y la semana entera en Acapulco.

  No, ya no puedo usar mi vestido de boda.
  He subido de peso con los hijos,
  con las preocupaciones. Ya usted ve, no faltan.

  Con frecuencia, que puedo predecir,
  mi marido hace uso de sus derechos, o,
  como é1 gusta llamarlo, paga el débito
  conyugal. Y me da la espalda. Y ronca.

  Yo me resisto siempre. Por decoro.
  Pero, siempre también, cedo. Por obediencia.

  No, no me gusta nada.
  De cualquier modo no debería de gustarme
  porque yo soy decente ¡y él es tan material!

  Además, me preocupa otro embarazo.
  Y esos jadeos fuertes y el chirrido
  de los resortes de la cama pueden
  despertar a los niños que no duermen después
  hasta la madrugada.

  II

  Soltera, sí. Pero no virgen. Tuve
  un primo a los trece años.
  Él de catorce y no sabíamos nada.
  Me asusté mucho. Fui con un doctor
  que me dio algo y no hubo consecuencias.

  Ahora soy mecanógrafa y algunas veces salgo
  a pasear con amigos.
  Al cine y a cenar. Y terminamos
  la noche en un motel. Mi mamá no se entera.

  Al principio me daba vergüenza, me humillaba
  que los hombres me vieran de ese modo
  después. Que me negaran
  el derecho a negarme cuando no tenía ganas
  porque me habían fichado como puta.

  Y ni siquiera cobro. Y ni siquiera
  puedo tener caprichos en la cama.

  Son todos unos tales. ¿Que que por qué lo hago?
  Porque me siento sola. 0 me fastidio.

  Porque ¿no lo ve usted? estoy envejeciendo.
  Ya perdí la esperanza de casarme
  y prefiero una que otra cicatriz
  a tener la memoria como un cofre vacío.

  III

  Divorciada. Porque era tan mula como todos.
  Conozco a muchos más. Por eso es que comparo.

  De cuando en cuando echo una cana al aire
  para no convertirme en una histérica.

  Pero tengo que dar el buen ejemplo
  a mis hijas. No quiero que su suerte
  se parezca a la mía.

  IV

  Tengo ofrecida a Dios esta abstinencia
  ¡por caridad, no entremos en detalles!

  A veces sueño. A veces despierto derramándome
  y me cuesta un trabajo decirle al confesor
  que, otra vez, he caído porque la carne es flaca.

  Ya dejé de ir al cine. La oscuridad ayuda
  y la aglomeración en los elevadores.

  Creyeron que me iba a volver loca
  pero me esta atendiendo un médico. Masajes.

  Y me siento mejor.

  V

  A los indispensables (como ellos se creen)
  los puede usted echar a la basura,
  como hicimos nosotras.

  M amiga y yo nos entendemos bien.
  Y la que manda es tierna, como compensación;
  así como también, la que obedece,
  es coqueta y se toma sus revanchas.

  Vamos a muchas fiestas, viajamos a menudo
  y en el hotel pedimos
  un solo cuarto y una sola cama.

  Se burlan de nosotras pero también nosotras
  nos burlamos de ellos y quedamos a mano.

  Cuando nos aburramos de estar solas
  alguna de las dos irá a agenciarse un hijo.

  ¡No, no de esa manera! En el laboratorio
  de la inseminación artificial.

  VI

  Señorita. Sí, insisto. Señorita.
  Soy joven. Dicen que no fea. Carácter
  llevadero. Y un día
  vendrá el Príncipe Azul, porque se lo he rogado
  como un milagro a San Antonio. Entonces
  vamos a ser felices. Enamorados siempre.

  ¿Qué importa la pobreza? Y si es borracho
  lo quitaré del vicio. Si es un mujeriego
  yo voy a mantenerme siempre tan atractiva,
  tan atenta a sus gustos, tan buena ama de casa.
  Tan prolífica madre
  y tan extraordinaria cocinera
  que se volverá fiel como premio a mis méritos
  entre los que, el mayor, es la paciencia.

  Lo mismo que mis padres y los de mi marido
  celebraremos nuestras bodas de oro
  con gran misa solemne.

  No, no he tenido novio. No, ninguno
  Todavía. Mañana.