en que ya no te busco,
ni esta manera nueva, sin fe ni mediodía
de llovernos despacio, -como gotas de hielo-,
de no ceder un palmo en medio del tornado.
El olvido es azul . Nunca termina    
de convertirse a golpes en él mismo.     
Se mide por ausencias y papeles en blanco. 
Tras su paso, el silencio    
deja detrás de sí un paisaje de ruinas,     
una patria deshecha e inmolada     
a los grises fantasmas de la pérdida. 
El ánimo rojizo de las uvas maduras    
se apodera despacio de la tierra. 
Te quise. Me quisiste. Nos quisimos.    
Qué fácil es decirlo cuando no queda nada,     
cuando ya ni siquiera recordamos     
el tacto de los sueños. 
Ahora que la memoria se bate en retirada,    
-vencida y silenciosa     
como un niño sin cromos-,     
y lo único tangible frente a nosotros mismos     
es lo que ya no existe. 
 
 

 
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